El crecimiento ininterrumpido de la criminalidad, en Brasil, provoca la indignación de la sociedad, harta de promesas sin cumplir de la clase política. En ese clima de desesperanza, las propuestas basadas en análisis meramente emocionales se proliferan y ganan apoyo social, ya sea por el desconocimiento técnico de las razones que generan la violencia o por la dificultad de implementar soluciones verdaderas para la problemática, que pasan por el aumento de los gastos de seguridad pública, por parte de los gobiernos federal y provincial, y por políticas sociales, especialmente dirigidas a la educación, empleo, ocio y distribución de la renta.
Escrito por Celso Sanchez Vilardi | Gazeta do Povo
En los últimos meses, hemos observado una serie de ataques perpetrados por el crimen organizado, principalmente en las ciudades de São Paulo y Rio de Janeiro. En todos ellos, es habitual constatar el temor de los ciudadanos, con miedo de salir de sus casas, frente a un extraño toque de queda determinado por delincuentes.
El crecimiento ininterrumpido de la criminalidad, en Brasil, provoca la indignación de la sociedad, harta de promesas sin cumplir de la clase política. En ese clima de desesperanza, las propuestas basadas en análisis meramente emocionales se proliferan y ganan apoyo social, ya sea por el desconocimiento técnico de las razones que generan la violencia o por la dificultad de implementar soluciones verdaderas para la problemática, que pasan por el aumento de los gastos de seguridad pública, por parte de los gobiernos federal y provincial, y por políticas sociales, especialmente dirigidas a la educación, empleo, ocio y distribución de la renta.
Escrito por Celso Sanchez Vilardi | Gazeta do Povo
En los últimos meses, hemos observado una serie de ataques perpetrados por el crimen organizado, principalmente en las ciudades de São Paulo y Rio de Janeiro. En todos ellos, es habitual constatar el temor de los ciudadanos, con miedo de salir de sus casas, frente a un extraño toque de queda determinado por delincuentes.