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No hay un solo abogado criminalista en el país que no tenga al Dr. Antonio Claudio Mariz de Oliveira como referencia en la abogacía; en realidad, Mariz es referencia de algunas generaciones de abogados, incluyendo aquellos que no están vinculados a la abogacía criminal.

Y la admiración general en relación al Dr. Mariz no se debe sólo al hecho – notorio, por cierto – de que es uno de los mejores y más dedicados abogados del país. Hay más. A lo largo de décadas, Mariz dedica buena parte de su tiempo a la defensa de la abogacía, en especial de las prerrogativas de los abogados.

Soy testigo de innumerables encuentros con este gigante de la abogacía, marcados exclusivamente para discutir propuestas con el objetivo de luchar contra el desprestigio que ha alcanzado la abogacía. Y en gran parte porque hoy prevalece un clima de punición, en que el abogado criminalista es visto como un estorbo, y no como parte del Poder Judicial que distribuye – o debería distribuir – Justicia.

Confundir al abogado con su cliente es la línea principal de esta infame corriente. Hace ya mucho tiempo, Mariz anticipó lo que está ocurriendo en los días actuales y, de forma incansable, ha luchado con todas sus fuerzas por la abogacía y el abogado. No fueran sus iniciativas, estaríamos viviendo días aún peores.

Quiso el destino cruel que fuera justamente él la víctima de una quiebra de secreto, que claramente confunde al abogado y al cliente. Acto de fuerza contra un abogado, por el simple hecho de ser el abogado de la causa. Acto que nítidamente podría haberse evitado con una simple aclaración, que Mariz prestaría con placer y con la conciencia tranquila, calcada en el patrón ético que siempre lo inspiró.

Pero, al parecer, no era el secreto el objetivo. La caprichosa fuga parece no haber sido coincidencia: la exposición de la decisión miraba al abogado y no al secreto.

El tiro salió por la culata. El acto sólo tuvo el condón de unir la abogacía, algo que parecía impensable, tantas son las corrientes que la dividen. Ahora, son miles de abogados que exigen providencias del Poder Judicial y del Legislativo. Providencias urgentes y consecuencias para quienes no respetan las prerrogativas profesionales.

Me acordé del bordón creado por brasileñas, inspirado en el movimiento #MeToo, que encaja bien en la situación: se molestó a Mariz, molestó a todos.

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No hay un solo abogado criminalista en el país que no tenga al Dr. Antonio Claudio Mariz de Oliveira como referencia en la abogacía; en realidad, Mariz es referencia de algunas generaciones de abogados, incluyendo aquellos que no están vinculados a la abogacía criminal.

Y la admiración general en relación al Dr. Mariz no se debe sólo al hecho – notorio, por cierto – de que es uno de los mejores y más dedicados abogados del país. Hay más. A lo largo de décadas, Mariz dedica buena parte de su tiempo a la defensa de la abogacía, en especial de las prerrogativas de los abogados.

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